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La campaña Antártica
El precio de la soberanía

Sábado 8 de enero de 2005

Templo ortodoxo en la Antártica

Foto:Cristián Carvallo

Para algunos, es un sueño, una utopía, la posibilidad de hacer patria. para otros que viajan a ella, la antártica es una cárcel blanca, un destino de soledad o simplemente la oportunidad de hacer dinero. llegar al continente blanco es ya un desafío, y vivirla, el privilegio o la condena de unos pocos.


Por Luis Miranda Valderrama Fotos: Cristián Carvallo

¿Por qué será que cualquier muchacho robusto y saludable, que tenga dentro de sí un espíritu robusto y saludable, en un momento dado se enloquece por darse a la mar?

Herman Melville, Moby Dick

Un día perfecto. El viento silba e ingresa por los altavoces del AP-46 rompehielos "Almirante Óscar Viel" de la Armada de Chile. El zumbido suena fuerte y genuinamente inquietante. En el puente de mando, el comandante y todos los hombres y mujeres presentes observan cómo el mar de Drake intenta desestabilizar el buque. En estos instantes, el "Viel" se asemeja al minúsculo e inanimado juguete de un niño que se mueve casi por el capricho de olas que llegan a medir diez metros de altura.

El regreso desde la Antártica parece un lindo cóctel preparado por el diablo.

­Este es el Drake ­anuncia en susurro el encargado de meteorología del buque­. ¿Lo querían conocer?, porque se está presentando como realmente es.

El Drake ­"mar" o "paso", ambos términos son válidos­ es un universo finito de olas picadas donde confluyen el océano Atlántico y el Pacífico; y se transforma en el cerrojo natural para quien intente llegar a la Antártica.

La situación es la siguiente: es el primer miércoles de diciembre, día 12 de travesía; el "Viel" viaja de vuelta de la Antártica y logró cumplir toda la misión que le fue encomendada. Es la primera comisión de la campaña que se realiza año a año para reabastecer las bases, cambiar dotación y mantener a pie firme la soberanía que Chile procura ejercer sobre el cono antártico también pretendido por Argentina e Inglaterra.

­Información general ­transmite el comandante del "Buque", Rodrigo de la Maza, capitán de navío, hombre de voz baja y tranquila­. El buque experimentará fuertes movimientos. Tomar precauciones.

El "Rompehielo" viaja liviano, sin carga. Por ser rompehielos, su casco es más ancho y poco profundo. El viento pega por la proa y, al tratar de avanzar, ha ingresado agua a las bodegas y un contenedor se ha soltado peligrosamente. Un minuto antes, el "Viel" tuvo que cambiar de rumbo y giró como si quisiera regresar a la Antártica. Se puso a resguardo e hizo los arreglos para seguir la ruta trazada.

Pero ahora existe el riesgo de voltearse al enmendar el rumbo. El rompehielos inicia la maniobra. Justo en ese instante la tripulación se percata de que el viento acaba de rasgar la bandera nacional del pabellón en tres partes casi simétricas.

Un hombre cierra los ojos.

­¿Alguien vio la película La tormenta perfecta?­ dice un cabo de apellido Olivares­. Porque ésta es la tormenta perfecta.

Se instala el silencio y viento vuelve a silbar por los altoparlantes del buque. Todo el mundo en el puente se mueve, al punto de que las personas que están de pie quedan en línea horizontal. Abajo, en la cámara de oficiales, se quiebran los platos, los sillones saltan literalmente por los aires y las mesas se desarman en tres partes. La proa del barco desaparece en las aguas. El "Almirante Viel" se azota con furia de babor a estribor. Para darse vuelta se necesitan 45º de inclinación y el clinómetro, instrumento que mide ese parámetro, indica 42º.

El viento prácticamente rugiendo en el oído medio y las olas convertidas en murallones de concreto. La voz del comandante De la Maza ordena cambios de rumbos sucesivos. El buque parece zozobrar.

­Por eso se mantiene libre la Antártica ­dice el meteorólogo, que está agarrado de una barandilla­. Éste es el precio que se debe pagar para acceder a ella. El Drake.

Un segundo de calma. Luego, otro segundo más y un tercero en donde regresa el movimiento de golpeteo fuerte, aunque soportable, que seguirá durante once horas más. La tripulación del comandante De la Maza pudo zafarse del momento difícil.

­Quiero felicitar a todos los miembros de la tripulación, hicieron excelente trabajo ­dicta la suave voz de De la Maza­. Si fuera fácil, no enviarían al "Viel" a hacer este viaje. Mandarían a otros. Check.

Los hombres sonríen. Afuera, el Drake sigue rugiendo y el buque continúa en medio de ese cóctel infernal. El precio de llegar a la Antártica ha sido pagado, sin descuentos y al contado.

DUDA SOBERANA

Tras su zarpe, los oficiales del "Viel" hacen una breve exposición del buque y de la comisión antártica que llevarán a cabo. Sobre todo hacen la distinción de lo que se trata la presencia chilena en la Antártica.

­Ésta es la primera de cinco comisiones durante la campaña antártica 2004-2005­ dice Lars Christiansen, 2º comandante y capitán de corbeta­. Y nuestra misión es clara: contribuir a mantener y reforzar los intereses nacionales en el territorio antártico.

De hecho, vale hacer una precisión.

Cuando una persona mira el mapa de Chile, su inconsciente elabora dos suposiciones tan equivocadas como preocupantes. La primera de ellas se refiere al tamaño del territorio chileno antártico: todo el mundo cree que es casi una extensión de terreno similar a una isla o a lo sumo se asemeja a una región del país. Error. Chile continental cabe una y media veces en el Chile antártico.

Y la segunda equivocación es creer que aquel territorio ya pertenece a Chile. Que nadie podría quitárnoslo de las manos y que podríamos hacer lo que quisiéramos. Error número dos.

Por desgracia, eso no es así.

El Tratado Antártico, de 1959, deja en claro que las pretensiones territoriales quedan en un status quo que se mantiene hasta hoy.

En estricto rigor, la Antártica es tierra de nadie.

­Nuestra forma de marcar presencia en este continente ­se adelanta en explicar el comandante De la Maza­ es mantener bases, apoyar la investigación científica y la población de chilenos en la Antártica. Y lo que nos toca a nosotros, como tripulación del "Viel", es ser una especie de base móvil que ayude en todos lados, que se vea la bandera chilena en bahía Fildes, donde está Villa las Estrellas, en rada Covadonga, donde está la base O'Higgins, y brindarles apoyo logístico. Y llegar a bahía Paraíso, para dejar a uno de nuestros hombres marcando soberanía.

CÁRCEL BLANCA

Cinco de la mañana en la base Presidente Frei, bahía Fildes (latitud 62º 11' Sur ­ longitud 58º 54' Oeste). Hace unas dos horas que amaneció en la Antártica. El rompehielos "Almirante Viel" está recalando frente a la base de la Fuerza Aérea. Los cabos Espinoza y Cortés hacen labores de monitoreo del petróleo de la base. Mientras Espinoza está a punto de terminar su año y se va, Cortés acaba de llegar hace unos días en un avión Hércules C­130.

­Yo estoy feliz de haber venido ­dice Espinoza, cuyo cuerpo y cabeza están cubiertas completamente­. La gente que visita la Antártica es privilegiada porque es una persona por cada tres millones las que han venido alguna vez para acá.

­Es una bonita experiencia ­interrumpe Cortés­. Uno gana bien acá, asegura su futuro y tiene una experiencia única. Igual mi hijo, que tiene dos años y medio, me dijo: 'yo no quiero más juguetes, yo quiero que te quedes conmigo'. Mi hijo me mató.

Cerca de las casas de Villa las Estrellas, dos hombres caminan sólo vestidos con jeans y poleras. Son jóvenes y acaban de salir de la base rusa, tras la celebración del cambio de dotación. Uno se cae sobre el otro y se hunden en la nieve y ríen como niños. Trabajan en la Dirección General de Aeronáutica Civil. El que habla es Raúl Berríos, operador de servicios de vuelo:

­Yo sé que mucha gente llega engrupida acá. Pero también hay muchos que vienen a asegurarse la vida. Es un año de vida sin un ser querido. Sin familia. Y se convierte en una pseudo vida. Te lo digo con nombre y apellido: Raúl Berríos. Esto es una pseudo cárcel. Es difícil de explicar y de entender, pero, ¿qué vas a hacer acá todos los días con nieve, sin salir a ninguna parte?

Su amigo asiente, pero no dice nada.

­Lo que más haces acá es tomar ­confiesa Berríos­. La vida se convierte en una cosa extraña de vivir. Yo vine por plata y me voy de aquí, por fin, con plata. Me compré un departamento y todo. No te voy a decir que todo es malo. Se forma un lazo de compañerismo: uno termina con hermanos más que con amigos. Igual la cosa cambia con los que viven en Villa las Estrellas. Uno no viene a hacer soberanía, vive acá para ganar dinero. Y eso no es un delito. Es justo, igual.

Cerca de la base Eduardo Frei y a un costado de la base científica rusa "Bellingshausen", se encuentra una pequeña iglesia ortodoxa rusa, construida en Siberia por carpinteros de la región, a semejanza de las primeras iglesias ortodoxas. A su cuidado se encuentra el monje Kallistrat. Apenas sabe inglés, es de Moscú y tiene 32 años.

"Aquí es una buena vida", dice, "pero es un lugar solitario, y la gente necesita... todos necesitamos de la ayuda espiritual. Este es un muy buen sitio para una persona como yo. Ayudar a quienes necesitan, ¿le gusta la iglesia?, ¿quiere que toque las campanas?".

Kallistrat sonríe. El cielo empieza a despejar.

PARAÍSO

Tras una rápida recalada en rada Covadonga (latitud 63º19'S ­ longitud 57º55'O) y realizar el cambio de dotación de personal del ejército de la base O'Higgins, en donde la tripulación del rompehielos "Viel" compartió toda la noche con personal militar, el buque zarpó hacia su último destino: Bahía Paraíso (latitud 64º49'S ­ 62º52'O).

El "Viel" arribó a las 4:39 AM.

Sol amarillo en un cielo celeste, un mar azul y capas sólidas de nieve blanca. El teniente primero Javier Cáceres Erazo, de la Armada, viaja en el zodiac desde el rompehielos "Almirante Óscar Viel" en completo silencio hasta el lugar donde estará por cuatro meses. Javier mira hacia el pequeño islote donde está su base, llena de pingüinos y gaviotines antárticos, además de metros de nieve acumulada.

Baja la vista, tose un poco.

Su rostro, embutido en un gorro tipo siberiano, está tranquilo. Sus ojos están cubiertos por unas antiparras negras, pero una posición peculiar de su nariz, mentón y labios le otorgan un gesto decidido. Como si con sólo sonreír el teniente pudiera echarse al cuerpo todas las responsabilidades del mundo.

El zodiac deja un surco y una posterior estela. El teniente Cáceres revisa sus bolsos, la radio y observa al resto de la dotación a cargo: tres suboficiales de la marina y dos sargentos de la FACH. Desembarcan.

­Llegamos a la casa. Ahora entiendo por qué le dicen paraíso.

Javier ya había estado en la Antártica durante 8 meses, en Bahía Fildes. Ahora, sin embargo, serán sólo seis hombres y él se encargará de ser el capitán de puerto en Bahía Paraíso, un lugar donde llegan cruceros y cientos de turistas a conocer uno de los lugares más bellos de la Antártica. De hecho, el año pasado llegaron cerca de 150 cruceros y unas 4 mil personas.

­Mi señora está embarazada y va a tener a nuestro hijo en enero ­dice el teniente­. Yo voy a estar acá. En la base permanente más lejana que existe en Chile. Pero decidí que tenía que ser así. Es una misión y la única manera de resguardar la soberanía es haciendo esto. Es la forma que tenemos para que este territorio sea chileno.

El zodiac regresa y trae al comandante De la Maza. Se baja y saluda a Cáceres con un apretón de manos.

­Va a ser el hombre más austral de Chile, mi teniente.

­Ya lo soy, mi comandante.

­¿Tiene todas las cosas listas?

­Casi todas, mi comandante, pero ya es nuestro hogar.

­Cuídese del olor de los pingüinos, que no huelen nada bien. Haga soberanía.

El comandante De la Maza se despide y regresa al Zodiac. Los seis hombres miran la pequeña embarcación y saludan con la mano. El marinero a cargo del zodiac dice "chao" y el rostro del teniente Cáceres se contrae un segundo.

­Al rompehielos ­ordena el comandante De La Maza.

La Antártica se ve tan susceptible.

Seis AM. El sol golpea con fuerza sobre la nieve, que ya empieza a derretirse.


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Página creada Lunes 10 de enero de 2005
26.11.2005