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Razones y sinrazones de una guerra absurda

Cincuenta y dos votos a favor y 47 en contra recibió, en el Senado norteamericano, la resolución que autoriza al Presidente Bush a desencadenar la guerra contra Irak. En la Cámara de la votación fue de 250 a favor y 183 en contra . Por guarismos casi idénticos el Congreso rechazó, momentos antes , una proposición alterna que instruía a Busch para que prosiguiera empleando - sin límite de tiempo - el embargo comercial y otros medios diplomáticos , hasta lograr una salida positiva a la crisis. Esto significa que cerca de la mitad de los senadores , y más del cuarenta por ciento de los diputados estadounidenses , creen que aún es posible y preferible una solución pacífica . Ha bastado , sin embargo , una magra y circunstancial mayoría de votos para que medio millón de inocentes jóvenes norteamericanos sean enviados a matar y morir por Kuwait. Un homicida en primer grado, convicto y confeso , tendría mejores oportunidades de sobrevivir : su condena a muerte requeriría una sentencia unánime y dispondría de múltiples instancias para alegar inocencia o clemencia.
Aun suponiendo que la votación favorable a la guerra hubiera sido mucho más amplia , cabría preguntarse si quienes eligen a los congresales entendieron , al darles su voto , que les conferían poder para enviar sus hijos a matar y morir en los desiertos de Arabia. ¿ Tan absoluta es la delegación de derechos que los ciudadanos hacen en sus representantes ante el Congreso? ¿ No parece de derecho natural , o al menos sentido común , que tratándose de bienes tan sagrados e irrecuperables como la vida humana , se consulte de modo explícito y directo a la comunidad nacional , para que ella decida si quiere enviar a sus hijos a la guerra? Las democracias y los plebiscitos se invocan con gusto cuando se trata de elegir tal o cual persona , o tal o cual modelo de gobierno . Irónicamente , los gobernantes democráticos no se atreven a hacer plebiscitos para que el pueblo diga , libremente, si vale la pena morir y matar a hombres - hermanos para asegurar pozos petrolíferos , remover a dirigentes corruptos o desagradables o reafirmar la propia imagen internacional. ¿ Qué imagen ¿ ¿ La de tutor inclaudicable de los principios de libertad , soberanía y autodeterminación de los pueblos? Los Estados Unidos han violado impunemente esos principios , cada vez que sus necesidades o deseos los han llevado a emprender unilaterales acciones de fuerza, ocupación y expoliación en naciones soberanas . Lo mismo ha hecho Unión Soviética en Europa Oriental y Afganistán , y lo sigue haciendo en las Repúblicas Bálticas . En Palestina , mientras tanto , una potencia extranjera mantiene militarmente ocupado un territorio que no le pertenece , y somete a sus habitantes a un brutal despojo de todos sus derechos humanos . Hace 23 años que Naciones Unidas viene condenando a Israel por tal atropello y exigiéndole poner fin a una ocupación sangrienta , violatoria de la moral y del derecho internacional.
Saddam Hussein ha elegido un camino moralmente ilícito , jurídicamente nulo, políticamente equivocado , para reivindicar presuntos derechos sobre Kuwait . es cierto que no se le debe premiar por ello . Pero si para salir de este atolladero , cuyo desenlace se aproxima más y más a una sangrienta masacre humana , él ofrece una opción , resulta insensato no explorar seriamente su ofrecimiento . Y esa opción no es otra que exigirle a Israel exactamente lo mismo que hoy se le exige a Irak . Hussein no ocupó Kuwait por esa razón ;pero esa razón es perfectamente alegable para permitirle salir de Kuwait . Los líderes se apresuran a votar en favor de la guerra ; los analistas que ensalzan a Bush como un justiciero y denigran a Hussein como un demonio , tendrán que explicarles a sus pueblos - y a Dios- cómo es que se puede matar y morir para dar cumplimiento a una resolución de la ONU que ordena liberar a Kuwait , cuando esa guerra se puede impedir dando cumplimiento a otra - y muy anterior - resolución de la ONU, que ordena liberar a Palestina.
Autor : Presbítero Raul Hasbún
Lunes 14 de enero de 1991
Diario La Tercera de Santiago